domingo, 3 de febrero de 2013

Roberto Cossa en La Nación

Reproduzco un pedacito de la nota de Pablo Sirvén a Roberto Cossa, publicada hoy en La Nación.

-¿Es más cómodo para un progresista estar en la oposición? ¿Qué sensaciones se tiene cuando hay un gobierno que empieza a hacer cosas que vos añorabas desde hace mucho?
-La sociedad ha dado un paso adelante, de acuerdo a mi visión del mundo. Creo que hay que defender ese paso, salvo que venga un proyecto serio de poder que lo supere. En esta instancia, uno a veces se pone demasiado oficialista.
-¿Por qué?
-Porque hay demasiada oposición y muy ofensiva. Están todos a los gritos. Se ven ciertas cosas indignas. Por otro lado, a veces no se responde como debe ser. Así somos los seres humanos en este país. Tengo formación política más o menos desde fines del primer peronismo. Yo era socialista, opositor acérrimo, gorila. Y a los dos años empecé a rever eso. Vino Aramburu, Rojas, Onganía, Menem. Hay que ubicarse en el país que vivimos. Apoyo plenamente la política de derechos humanos que no la hubiera soñado. Se está avanzando muchísimo aún con la sociedad fragmentada. Luchar contra los monstruos del poder económico no debe ser fácil. Defiendo el proyecto en sí, más allá si gritan o van a hoteles caros...son detalles. Ojalá aparezca un proyecto superador que no altere las bases de los derechos humanos, el enfrentamiento al poder económico y la mucha presencia del Estado.
¿ El problema de los socialistas con el peronismo fue más bien estético? Aquellos eran sobrios y ascéticos, pero es Perón el que desprolijamente pone en marcha muchas de las cosas que auspiciaba el socialismo.
-Era un tema cultural. Los socialistas son bastante conservadores y pacatos. Son formales, no tienen mucho vínculo con lo popular, no sé ahora.
La palabra "formal" es compleja porque puede querer indicar nada más que algo burocrático o afectado, pero también refiere al respeto a la Constitución y a las leyes. Ahí a veces el peronismo con tal de conseguir algunas cosas...
-El peronismo es plebeyo. Peronismo es Menem y Cooke. Los peronistas son tipos gritones, pero del otro lado también hay intemperantes.
-¿Sos de Carta Abierta?
-No. Los leo, los aprecio mucho, pero no tengo tiempo para ir y participar.
-¿No creés que el intelectual tiene que estar siempre colocado en un lugar de incomodidad, no de conformismo, enunciando desde cierto malestar?
-¿Pero conformista respecto a qué? Creo que hay que estar separado del Gobierno, pero yo personalmente no tengo más que simpatías. Fui convocado como presidente de Argentores a dos o tres recepciones a presidentes latinoamericanos. Hace dos años cumplimos cien años y la Presidenta nos dio una audiencia de una hora. En el Salón de los Pensadores y Escritores de la Casa de Gobierno han puesto una foto mía, lo cual es un honor y me alegra mucho. Este gobierno hace muchas cosas que yo quería, dejando a un costado detalles como la fortuna de la Presidenta.
-Ahí voy: ese conflicto parece interesante para un intelectual, por más que pueda adherir al Gobierno. ¿Por qué no abordarlo?
-Está todo tan irritado que uno siente que primero hay que discutir los grandes temas. A mí lo que me molesta de la oposición es que ha entrado en un círculo a veces pequeño por tonterías, aunque a veces, no.
-El kirchnerismo lleva tres gobiernos y nueve años en el poder. Más allá de la apuesta al consumo, la cantidad de gente joven que no trabaja es impresionante.
-Es mucha y hay un 40 por ciento de trabajo en negro. Pero cuando llegaron había un 20 por ciento de desocupación y ahora hay 7. De todos modos, mientras haya un solo chico con hambre en algún punto la democracia fracasa. Es un país complicado con un poder económico que tiene fuerza de poder político. Cada vez que un gobierno intentó cambiar algo venía el golpe militar.
-¡Pero eso ya hace treinta años que no pasa!
-Afortunadamente, pero hay golpes económicos. Lo que le pasó a Alfonsín, no lo voltearon los militares sino un golpe de mercado.

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